La deseada
Cuatro años llevo dándole vueltas al tema de mi moto. Nunca me he decido hasta hace unas pocas semanas cuando estando recluido en casa por una pandemia a nivel mundial me dije que ya era hora de realizar aquello que llevo en mente desde hace años.
Siempre he tenido deseos de tener mi moto. Casi siempre ha habido una motocicleta en casa. Aún recuerdo mi primera caída con 5 años, aún en los años 80 cuando casi todo valía sobre una moto. La Montesa Cappra 250 de 1979 ya era todo un clásico, íbamos sobre ella y alguien se saltó un STOP y nos llevó por delante. No recuerdo mucho de aquello salvo que pasé días/semanas en pleno verano de levante con quedamuras en la entrepierna causadas por el calor abrasador del motor sobre mi ingle.
De la época de la Montesa Cappra 250 tengo muchos recuerdos con mi padre en el circuito de motocross de El Cossil y a finales de la década de los 90s dando las primeras clases subiendo y bajando pedregales. Nunca se me olvidará cuando se me caló la moto en bajada:
– ¡A nadie se le cala la moto en bajada!. – Me espetó mi padre y a continuación comenzaron a reírse de mí; él y mi hermano.
Nunca he sido un virtuoso con la conducción de la motocicleta. Varios son los aterrizajes para probar la temperatura del asfalto. Eso sí ya fue con una scooter Yamaha Active de 80cc que también andaba por casa y que comencé a llevar a los 16 años. Tenía unas ruedas poco mayores que un Donut y el virar y hacer el idiota a esa edad tiene casi siempre el mismo final; deslizar por el asfalto. Eso sí, algunas rutillas por caminos de campo me hice con aquel despropósito de moto. Era fea de narices, pero era la que podía llevar y la disfruté. Aún recuerdo aquellos momentos en que me daba vergüenza llevarla y ponerme al lado de mis amigos y amigas, con sus Aprilia SR, Aprilia RS o sus Yamaha TZR. Eso sí, todas ellas de 49cc. La mía era de 80cc (menudo consuelo).
Mi hermano, siempre más motero y osado (como mi padre) para el tema de las motocicletas llegó y se compró una nueva scooter ya que él decía que no iba a coger la Yamahita porqué le daba vergüenza y no iba a ser un pringado como su hermano mayor. Entonces cuando ya tenía la licencia de cilomotor, que se podía (no sé si aún se puede) conseguir a los 14 años, entró una nueva motito en casa, la Peugeot VivaCity.
Este ciclomotor lo usamos mucho, quizá el que más ya que era ideal para moverse por una ciudad turística y servía tanto como para ir a hacer la compra como para ir a la playa cargado con el macuto playero. Así pasó. En 2011 tuve un accidente con ella.
Mil y una vez había hecho ese mismo recorrido, casi igual de cargado, pero esta vez venía conmigo en la moto la que era mi pareja por entonces. Nos íbamos a la playa. Los 2 en una moto de 49cc, con macuto playero y por supuesto con la indumentaria perfecta para zambullirse en una cala; no para ir en moto. Nunca pasó nada hasta que pasó. Estábamos parados en un semáforo en rojo, se puso en verde y le di al puño para que se moviera la moto con esos 145 kg. de más. Avanzamos unas decenas de metros y ¡¡¡¡hostia que te crío!!!! por todo el lateral izquierdo de la moto. Un camión de reparto de Cocacola nos llevó por delante.
Hospitales, baja laboral, solicitud de alta aún estando mal y ahí se terminó la moto. Os podéis preguntar porqué lo del alta voluntaria, pues en mi caso el accidente fue en verano de 2011. Una fuerte crisis hundía a España un poco más en su miseria habitual; la que conozco. El caso es que había problemas en el trabajo y yo tenía miedo a perder mi puesto porqué se estaban haciendo reducciones y yo estaba de baja. A día de hoy sigo trabajando muy a gusto allí.