Viajes Internacionales

Alentejo y Extremadura. Cáceres – Elvas

Capítulo 2. De Cáceres a Elvas

Uffff, que poco me gusta madrugar un domingo. No es que me levante tarde, siempre me despierto pronto, pero lo que no me gusta es tener que usar una alarma.

Son las 8:30 y comenzamos a recoger el pequeño campamento que tenemos montado en casa de Ana. Metemos las cosas en las maletas y a las 9:15 estamos saliendo dirección a Cáceres, sí otra vez.

Toca hacer un free tour por la ciudad. Yo la he visitado con anterioridad y he realizado distintos tours; recuerdo uno nocturno y teatralizado que me encantó. El caso es que mi madre no la conoce, así que decidimos hacer el tour, aunque no era algo que entrara en mis planes.

La plaza mayor de Cáceres luce espectacular con un sol radiante y el sonido de tambores de fondo. Es Domingo de Ramos. Después del día pasado por agua de ayer, hoy hace un día de lujo para disfrutar de la moto.

Así que después de desayunar cual guiri y hacer el free tour vamos a nuestro aire por la ciudad. Compramos algo de fruta fresca para esas paradas en mitad de la nada en las que apetece comer algo y vamos al parking donde nos espera Sabrina.

Son las 13:00 (aprox.) y ya estamos preparados para salir de Cáceres. Lo hacemos por la N-521 dirección Aliseda. A la entrada al pueblo tomamos la EX-303 y nos adentramos en la Sierra de San Pedro, buen día para hacerlo. La típica dehesa extremeña, que a mí siempre me llama la atención. Me encanta ver las encinas y los alcornoques, alejados, el uno del otro. Sin separarse demasiado, pero dejándose espacio para respirar. Otra cosa no, pero espacio hay bastante por esta tierra. Los buitres, águilas y cigüeñas nos acompañan en este trayecto. Cuando nos queremos dar cuenta vemos el impresionante castillo de Alburquerque nos recuerda a qué hemos venido por estas tierras fronterizas. Vamos a ver muchos y muy variados en los próximos días. Me encantaría visitarlo, pero me lo dejo pendiente para otra ocasión en la que venga a visitar a mis amigos extremeños. Tenemos que hacer camino, es casi la hora de comer y apenas llevamos unas decenas de kilómetros y el día en moto sólo ha hecho que comenzar.

Bordeamos el pueblo, y a la espalda del castillo tomamos la EX-110 solo unos pocos metros para luego continuar por la BA-008 hasta La Codosera (por cierto, aquí hay unas piscinas naturales que deben ser un lujo en verano), ahí, por alguna razón que aún no me explico (y eso que estoy mirando Google Maps mientras redacto estas líneas) la carretera cambia de nombre a BA-053. Esta es la carretera, más que secundaria, por la que abandonamos el país justo después de pasar el pueblo de La Rabaza. En el mapa hay un corte, una frontera que antaño sería poco menos que de contrabandista por lo recogida y escondida que está. En el asfalto también hay un corte. Hemos cambiado la cartelería y comenzamos a circular por territorio portugués.

Engañamos al estómago con esto de que es una hora menos y, por lo tanto, aún no es demasiado tarde para llegar a algún sitio a comer.

Es curioso que a los pocos centenares de metros de cruzar la frontera entre los países no encontremos con el pueblo de Rabaça. ¿Recuerdas el nombre del último pueblo en territorio español?

Al sobrepasarlo, el nombre de la carretera es M-1044. Es la típica carretera de montaña en la que cabe poco más del ancho de un coche. Espero que conduzcan con cuidado, porque Sabrina tiene mucho pecho y además va cargada con las maletas, por lo que ocupa bastante espacio. Eso sí, curvear por aquí es un gustazo. Estamos en la Sierra de San Mamede, aquí en pocos kilómetros el paisaje ha cambiado y no volveremos a recuperar la dehesa hasta que estemos llegando al final de la etapa de hoy.

Cruzamos una y otra aldea. Inexplicablemente, al pasar São Julião, la carreta cambia de nombre, ahora es la M-521.

El hambre y el sol que está pegando de lo lindo lleva a mi mente a verme en una terraza a la fresca y con un buen tanque de cerveza en la mano.

Siendo la hora que es, (14:30 recuerda que estamos en Portugal) mi ilusión de hace unos minutos casi es real, me falta el tanque de cerveza. Si bebes no conduzcas. Estamos sentados frente a una mensa y al lado del río Sever; en la terraza del hotel Sever & restaurante Sever. La verdad es que no engañan a nadie con ese nombre. Los chopos a la orilla, el aire que comienza a correr y la música en directo que tocan de fondo hacen que la estampa sea idílica.

A unas decenas de metros está el puente romano de Portagem, muy coqueto.

Pero lo mejor de mi vista lo tengo a unos palmos de distancia. El lomo de bacalao que se ha pedido mi madre.

Nos lo tomamos con calma y comemos sin prisa. Eso sí, llega un momento en que el viento se alza en fuertes rachas y se hace incómodo. De hecho, teníamos la propia del camarero preparada y se voló todo de la mesa. Botellas y copas al suelo. Al ser de tablones de madera se colaron las monedas por las rendijas que hay entre ellos.

Cuando, cuando nos marchábamos venía el camarero hacia nosotros. Le señalé algunas de las monedas que se habían colado y que se veían, pero que no se podían recoger sin algún cuchillo o similar. ¿Recuerdas cómo vaciabas el cerdito de la hucha sin romperlo? Pues algo así habría que hacer para recuperarlas, eso sí, sin poder poner patas arriba al cerdo.

Volvemos a la moto, que se había quedado sola. La dejé acompañando a otras motos, alguna de ellas con matrícula española, es que estamos a pocos kilómetros de España.

Arrancamos y recorremos por la N-359 los cinco kilómetros que hay de subida a Marvão.

El coqueto y turístico pueblo de Santa María de Marvão se encuentra completamente amurallado y protegido por el castillo sobre una cresta de cuarzo a 850 metros sobre el nivel del mar. Esto hace que fuera prácticamente inexpugnable. Es tierra fronteriza es una baza importantísima. Desde lo alto se alcanza a ver otros castillos y poblaciones de la zona, tanto en territorio portugués como español. Como curiosidad, en Marvão se refugiaron muchos judíos españoles (sefarditas) tras su expulsión en 1492. ¡Cuántos acontecimientos se concentraron ese año!

Cuando nos cansamos de recorrer el castillo y la ciudad amurallada salimos por la puerta oeste de la muralla y caminamos hasta el parking donde están los vehículos de los turistas que no han querido entrar rodando al interior. El parking tiene alguna zona un poco incómoda para las motos por estar en cuesta. Me subo a Sabrina y salgo de culo de mi aparcamiento. Encaro la salida más próxima y me doy cuenta que la vía es de sentido único y estoy mirando a la entrada; así que me pongo a girar la moto, cargada hasta los topes con las maletas y top case, en la pendiente… ¿qué podría pasar? Pues sí. Al suelo. Llegó un momento que mientras intentaba girarme, aún sin arrancar el motor, la moto se desplazó hacia el lado derecho; tanto que con el peso y que yo estaba desequilibrado no puede sujetarla con fuerza. Leñazo.

Menos mal que mi madre no se había subido a la moto aún. Yo no me hice nada, ni me caí, de hecho, al notar como la moto se escurría por mi entrepierna pude recuperar el equilibrio y con las piernas largas que tengo, sólo tuve que dar un paso a la derecha para que me arrastrara en su caída.

Sí, la primera caída de esta moto. Mientras me dirigía a socorrerla me di cuenta de un par de cosas. La primera que el sistema de seguridad y SOS de BMW funciona. Rápidamente, se pudo a pitar y salía en mi pantalla que cancelara la llamada en X segundos si me encontraba bien. Algo así decía el mensaje, tampoco quiero tirarla al suelo para volver a leerlo mientras escribo estas líneas. La segunda fue que a 4 o 5 metros había un coche saliendo de su aparcamiento y el pavo (eran un pavo y una pava) ni se dignó a ayudarme a levantarla y lo que es peor ni me preguntó si estaba bien. Me parece lo mínimo. Pero bueno… vería que soy la reencarnación de Mazinger Z y que no tendría problemas en levantarla. Así fue. Le puse la pata de cabra, la cogí apoyando mi trasero en el asiento y haciendo una sentadilla con algo de lastre la levanté hasta que se aguantó sobre la pata.

Ahora venía el momento de más tensión. Mirar si se había roto algo. Sí en el segundo día de viaje.

Afortunadamente no había nada, sólo una pequeña marca que si no te la señalo ni te das cuenta. Así que cuando la venda podré decir que no se ha caído nunca y siempre garaje.

La arranqué, salí en dirección prohibida, giré en un lugar con más amplitud y volví a entrar en el parking.

Si se me hubiera caído algún plato de la vajilla de mi madre seguramente me habría llevado algún reproche. “¿en qué estás pensando?”, “¿no veas que no se podía?”… algo así. Pero no. Mi madre se acercó, me preguntó si todo estaba bien y se subió a la moto cuando le dije que podría hacerlo.

Es curioso como en sólo unos pocos segundos cambió la situación. Estaba disfrutando del castillo, la fortaleza y empapándome de su historia. Estaba tan contento como un niño con zapatos nuevos. Pocos minutos después me estaba cagando en todo lo cagable. Eso sí, no es la primera vez que se me cae una moto. Aunque no me caí, tampoco habría sido la primera vez que me habría caído de la moto. Y aunque tampoco pasó nada grave, tampoco habría sido la primera vez en la que hubiera tenido un accidente de moto. Antes de encarar la bajada por la misma carretera de acceso ya se me había pasado el cabreo y volvía a disfrutar sobre ella.

Deshicimos los 5 kilómetros y llegamos a la rotonda que estaba en frente de donde habíamos comido. Ahí tomamos la N-246-1 en dirección al sudoeste.

En este trayecto no hay mucho destacable salvo que cambiamos de paisaje. De la sierra de San Mamede y algunos viñedos volvimos a toparnos con la dehesa. En este caso la dehesa portuguesa, repleta de corderos. Borregos, como me corrigió el portugués cuando pedí un estofado de cordero.

Pasamos por Portalegre, que es la ciudad más grande de esta zona del Alentejo y ahí tomamos dirección Elvas. Las carreteras, aunque son buenas, no llegan a la altura de una nacional en España. De algunas cosas podemos presumir, de muchas, de carreteras también. A la altura de Santa Eulalia, tomo un desvío y cambio a la N-243-1 para llegar a Barbacena y ahí tomar una carretera secundaria para llegar hasta Elvas.

Son casi las 20:00 y hemos llegado al destino. Busco el hostal y tras mucho callejear por el casco antiguo de la ciudad llegamos a la puerta. Descargo y me voy a aparcar la moto ya que ahí, en ese callejón, no la puedo dejar. Será su castigo por haberse caído, dormir en la calle. Eso sí, la dejo a un par de centenares de metros, frente a la comisaría de policía de la ciudad.

Elvas, Yelbes en español, está a poco más de 10 kilómetros de distancia de Badajoz. Sólo separados por una recta. Esa misma recta la recorreré dentro de unos días cuando esté de regreso a España. Aún nos queda mucho que recorrer por la zona, aunque viendo la cara de mi madre ya me queda claro que Elvas no le gusta. “Aquí en Portugal lo tienen todo abandonado”, esa será la frase que más repita durante el viaje. Siempre que ha viajado a Portugal se vuelve con la misma sensación. Su frase de días después cuando llegamos a Badajoz refleja a la perfección su pensamiento acerca del país vecino.

En parte no le quito razón. La decadencia y cara de mustio de Portugal o te atrae o no. Es así.

Elvas me da la razón cuando digo que los Patrimonios de la Humanidad es el timo de la estampita. Siempre pongo el mismo ejemplo; Elche. Elche tiene 2 patrimonios de la humanidad, no uno, dos. Siendo irrespetuoso con mis vecinos y amigos ilicitanos podríamos resumirlo en que tienen dos patrimonios de la humanidad por un huerto de palmeras y por una obra de teatro (sí, una representación muy antigua y bla, bla bla). Sé que no es así, pero casi. Lo conozco muy bien para que me vendan otra moto. En este caso… pues algo parecido. Una fortificación muy importante e imponente. Mucho más bonita si la ves a vista de dron que pateando la calle.

Había que venir a Elvas y verlo. Pero esto es parte del paseo que daremos mañana, ya que esta tarde nos quedamos en la habitación descansando. Eso y que me apetecía ver el fútbol y a mi madre un culebrón turco de Antena 3.

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